Los embalses del Pontón y Puente Alta derivan 5,4 millones de metros cúbicos al año a la ciudad, una cifra que el Ayuntamiento, que subraya su "buena calidad" y trabaja en planes de contingencia para evitar daños por inundaciones en las zonas bajas, ve "razonable"
Los números de un líquido tan valioso como el agua son una cascada que, de cara al limitado cerebro humano, hacen dudar que sea un recurso escaso. ¿Han pensando cuál es su porción de agua cuando pasan por el Pontón? La ecuación se lo resuelve. Según el Plan Hidrológico, Segovia tiene unas necesidades teóricas de 5.670.000 m3/año. Así las cosas, de los embalses del Pontón y de Puente Alta se derivan hacia la ciudad para atender a la población un total de 5.400.000 m3/año, según los datos del Ayuntamiento. Considerando una población de 51.000 habitantes, supone una dotación por habitante y día de 290 litros.
El consumo anual de cinco millones de metros cúbicos anuales es “razonable” para las dimensiones de la ciudad, subraya el concejal de Obras, Servicios e Infraestructuras, Miguel Merino, que esgrime las inversiones municipales en la renovación de las redes. Al igual que otras ciudades, el objetivo es cambiar la instalación sobre cemento, que genera más inconvenientes en el largo plazo desde el punto de vista sanitario. Se rompe con más facilidad ante diferencias de presión, especialmente en extremos de invierno o verano, los momentos de más averías. La alternativa es sustituirlo por hierro fundido o polietileno, en función de cuánta agua pasa y la presión que lleva.
Otro factor es la profundidad de la red, que genera problemas añadidos: cuanto más profunda va la tubería, más resistencia necesita porque lleva más tierra y peso encima. También de cara a incidencias. “No es lo mismo reparar una avería que está a 60 centímetros de rasante que a dos metros”. En Nueva Segovia es habitual encontrar este extremo; también en zonas como Agapito Marazuela. “Al renovar la red de abastecimiento estamos elevando la cota a la que va la tubería”. En este cálculo entra en juego qué otros servicios hay: alumbrado o telefonía. “Si en un sitio muy estrecho pasan todos los servicios, tienes que priorizar qué pongo arriba y qué pongo abajo”.
Merino esgrime un agua de calidad. “Cumplimos todos los parámetros de potabilización y depuración. El agua de Segovia es de buena calidad, no es agua que se saque de pozos o requiera tratamientos especiales. De hecho, nuestro tratamiento de potabilización es bastante normal”. El suministro cuenta con las Estaciones de Tratamiento de Agua Potable del depósito histórico de la ciudad, en la carretera de La Granja, y el ‘Rancho el feo’. De la primera se derivaron 3.496.790 metros cúbicos en 2019; de la segunda, 2.182.749 en el mismo año, divididos entre Segovia (1.958.974 m3, el 89,75%) y Palazuelos de Eresma, 223.775 m3 el 10,25 %).
La Estación Depuradora de Aguas Residuales de la carretera de Arévalo depura las aguas procedentes de Segovia, La Lastrilla y San Cristóbal de Segovia. En el año 2020 se trataron en ella un total de 7.849.997 m3, lo que supone un caudal medio diario de 23.788 m3/día. Desde que se puso en funcionamiento tras su ampliación en 2016, el día que mayor caudal trató fue el 11 de febrero de 2018 (51.940m m3) y el que menos el 7 de junio de 2017 (10.724 m3). La gestión del recurso exige una labor pedagógica. El concejal habla de concienciar a la ciudadanía de cara a un consumo responsable de agua, ya sea de cara a uso domiciliario, industrial u ornamental.
Ante incidentes como el incendio de La Granja de 2018, el Consistorio compró un equipo complementario para evitar la contaminación por partículas de ceniza, que cumplió su cometido. “A niveles medios y altos del Pontón, el agua es de bastante buena calidad. Luego, por cuestión de gustos o confianza, para gustos los colores. Hay gente que pone equipos complementarios en sus grifos. Yo tengo la sensación de que la gente sí que aprecia la buena calidad del agua, entre otras cosas porque cuando por alguna bajada de nivel del Pontón hay algún tipo de sabor o turbidez extraña, llaman inmediatamente para decir que el agua no les sabe como antes”. La reglamentación estipula características de mineralización, sales, calcio, materia orgánica, hierro o manganeso, así como color, olor o sabor. Hay controles de abastecimiento en grifo, vías o en centros públicos.
El desafío del agua en la ciudad viene marcada por los fenómenos extremos. “La amenaza pasa por tener agua disponible”, resume Merino. El Pontón y Puente Alta son las fuentes principales, junto a la “joyita” de los acuíferos de Madrona, que “solo se usan bajo situaciones muy excepcionales, tratamos de cuidarlo lo máximo posible para mantenerlo siempre lleno y a disposición por si algo ocurriese”. El panorama plantea grandes sequías en las que no haya agua y otras con una pluviometría excesiva que superará la capacidad de almacenamiento hasta el punto de causar daños a las infraestructuras.
El quiz de la cuestión está en la gestión urbanística de cara a preparar los cauces en tramos urbanos y prever que el agua desborde ciertas zonas. En este ámbito, el Ayuntamiento está colaborando con la Subdirección General de Gestión del Dominio Público Hidráulico y Adaptación al Cambio Climático del Ministerio de Medio Ambiente de cara a analizar mejoras en el cauce, sobre todo en la Fábrica de Borra, Puente de la Alameda, Casa de la Moneda y San Marcos. Son los puntos más vulnerables de la ciudad y el proyecto trabaja en intervenciones preventivas que mejoren el fluir del cauce.
Sirva como ejemplo que, a la hora de abordar las obras del puente de la Alameda del Parral para desbordar el cauce, hubo que limpiar en primer lugar uno de esos ‘ojos’ del puente. De ahí que la obra tuviera que llevarse a cabo cuando el cauce estuviera bajo. “No podíamos hacerlo antes porque no íbamos a poder llegar a los cimientos”. Una vez realizados los trabajos, surgió una oportunidad de aliviar la zona. “Pensábamos volver a reponer todos esos áridos a ese ojo del puente. Sin embargo, cuando la Confederación ha visto todo lo que hemos sacado, ha entendido que era mucho mejor llevarnos esos áridos a otro punto aguas abajo y permitir la mejora hidráulica, el desagüe de ese ojo del puente”.
La fórmula no consiste en luchar contra el caudal, sino en derivarlo, dentro de lo posible, hacia zonas menos vulnerables. “No se trata de evitar que no se inunde, sino los daños que produce”. El ejemplo del ‘ojo’ de la Alameda sirve de modelo: es mejor facilitar que se acumule el agua en esa zona a que pase por otros sitios donde sí causa daños. A veces la gestión implica facilitar que se inunden determinadas zonas donde no se producen daños. Es la gestión más inteligente”. La paradoja del agua es que sus desbordantes números, su aparente abundancia, se esfuma en un instante. Y solo se echa de menos cuando falta.
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