Hace un par de años, venía con un grupo de amigos de regreso a Aguascalientes. No era ni muy tarde, ni venían en algún vehículo lujoso, y mucho menos transitaban por caminos desolados. Cerca del municipio de Guadalupe, en Zacatecas, una camioneta que deslumbraba con una torreta, igual a la de las patrullas, los interceptó y los detuvo. Ellos pensaban que sí se trataba de la policía. Pero al ver descender a hombres con armas largas, se dieron cuenta de que no era así.
“De regreso llegamos a un oxxo, y después me incorporé a la avenida. Entonces, me doy cuenta de que un vehículo me viene siguiendo, una camioneta. No le di importancia. En ratos se acercaba y luego se alejaba. En la desviación hacia la autopista, se acerca y prende unas torretas. Damos por hecho que es la policía. Quizá teníamos un foco fundido. O algo así. Cuando me detengo, se paran, y vemos bajarse a cuatro personas con armas largas. Pensé inmediatamente: estos no son policías” cuenta.
Arturo narra que los llevaron a un paraje desolado, y luego a una casa en la que entraban y salían personas todo el tiempo. No podían hablar entre ellos. Les daban de comer sopa instantánea con agua tibia, y los mantenían la mayor parte del tiempo con la cara cubierta. Les preguntaron directamente a cada uno cuánto podían pedir por ellos.
“Nos tapan la cara con nuestras propias camisas, nos ponen cinchos. Nos quitan carteras, teléfonos. Nos llevan a un lugar en donde tienen a varias personas. Otro tipo se lleva el auto, ese nunca lo volvimos a ver. Nos llevaron a un rancho o algo así. Había unas 15 personas. Personas ya en malas condiciones. Ya ni contestaban bien si les preguntaban algo”
“ Nos daban poca agua, y sopa maruchan con agua al tiempo. Yo solo bebía agua. Estuve así unos cuatro días. Llega otro tipo, con un acento diferente, como del sur. Hablaba muy educado. Yo les dije (les mentí) que trabajaba en un taller. Que mi familia no tenía dinero. Hablaron a la casa, con mi familia. Varias veces, para obtener una respuesta sobre el dinero” relata.
Las noticias sobre ejecutados, secuestrados y desaparecidos llegan cada semana de los municipios de Zacatecas. La violencia de los últimos meses, que según autoridades deriva de enfrentamientos entre grupos del crimen organizado, no discrimina a nadie. Entre las víctimas se encuentran niños, personas de la tercera edad, y familias enteras que han sido obligadas a desplazarse. Ya sea porque quienes pertenecen a algún cártel se los ordenaron, o porque simplemente ya no resistieron la violencia.
Mientras tanto, los estados vecinos refuerzan sus fronteras. El Operativo Escudo en Aguascalientes está acostumbrando a la gente de las comunidades que colindan con Zacatecas a ver patrullas pasar de día y de noche, incluso a ver soldados en las calles. En una comparecencia reciente ante el Congreso del Estado, el titular de la Secretaría de Seguridad Pública, el comandante Jonás Chávez Marín, admitió que se requiere de una mayor presencia por parte de la Guardia Nacional y una mayor coordinación con los municipios. Ello, ante reclamos de legisladores que exigían mayores resultados.
Semanas antes, el secretario general de Gobierno, Juan Manuel Flores Femat, aseguró que el fenómeno migratorio de quienes huyen a Aguascalientes ahora incluye a empresarios y funcionarios públicos de Zacatecas. Pero también a las familias que tuvieron que dejarlo todo al huir.
El éxodo de los 60 mil: los que llegan.
Entre 2015 y 2020, llegaron a vivir al menos 56,422 personas de 5 y más años de edad a Aguascalientes, procedentes del resto de las entidades del país. De cada 100 personas, según datos del INEGI, 20 provienen de Zacatecas, 17 de Jalisco, 11 de Ciudad de México,10 del estado de México y 6 de Guanajuato.
El diputado local en Zacatecas y presidente de la Comisión de Migración, José Juan Estrada Hernández, admite que no hay datos y cifras precisas sobre los desplazados, pero explica que el fenómeno migratorio hacia estados como Aguascalientes ya era marcado antes de las últimas olas de violencia.
“En Zacatecas nosotros calculamos que hay alrededor de unas 500 familias desplazadas (en los últimos meses), y es un dato muy conservador, de los que están en este momento saliendo. De por sí la mayoría mira para los estados vecinos. Zacatecas se ha quedado atrás en la industrialización. La gente localmente migra a Aguascalientes, San Luis Potosí, Monterrey. Emigran a los estados industrializados del norte” asegura.
Sin embargo, la mayoría de quienes salen de Zacatecas buscan el sueño americano. Este movimiento, registrado desde hace varios años, se ha visto potencializado ante los hechos violentos de los últimos meses, algo que el legislador califica como histórico.
“También, en este momento, lo que es una tragedia, es que mucha gente está siendo obligada a salir de sus comunidades de manera forzada. Yo creo que por primera vez, el tema de la violencia es un factor importante en el movimiento migratorio hacia Estados Unidos. Sin embargo, ya la patrulla fronteriza reportó que por primera vez en 15 años, había un número récord de mexicanos arrestados en la frontera, eso tiene que ver con la crisis económica, pero también en esta ocasión con la violencia de esta zona de guerra.”
El contexto de la violencia en Zacatecas ha sido incluso llevado a los foros políticos que se realizan previo a las elecciones en Aguascalientes . Eduardo Guerrero, experto en seguridad y quien lleva 15 años como consultor en violencia de alto perfil, participó en uno de los foros organizados por el PAN en la entidad. Ahí aseguró que la epidemia de violencia sí ha repuntado, e incluso maneja cifras más drásticas: desde hace tres años a la fecha, entre 60 mil y 70 mil personas habrían huido de estados como Jalisco o Zacatecas, instalándose en Aguascalientes.
“Aguascalientes es uno de los estados que ha logrado construir capacidades para aislarse un tanto de la violencia criminal. Está el hecho de que al ser vecino de Zacatecas, que está pasando por un estado muy complejo, al igual que Jalisco, hace que Aguascalientes tenga que tomar medidas permanentes, y estar en constante estado de alerta” expuso.
Más allá de Jerez: la violencia que alcanza a todos los rincones.
“Hay mucho peligro. Nosotros nos encerramos, vamos a trabajar y de noche ya nadie sale. Nos dicen que estamos bien, que con nosotros hay quien nos proteja. Ahora están los soldados. Pero no siempre lo estuvieron. Primero, los soldados estaban, y luego se retiraron. Y cuando se retiraron, se dieron cuenta (los delincuentes) de que ya no había y secuestraron a dos señores de aquí. A un señor le quitaron 300 mil pesos. A otro un millón, y sus camionetas. Entonces, ya cuando les quitaron todo, los soldados volvieron, y ya no volvió a pasar nada” relata.
A mediados del año pasado, en julio, en ese poblado, asesinaron a un policía y a cuatro sicarios. Ello mientras los elementos realizaban patrullajes ante reportes de personas armadas en la zona.
Jerez, Valparaíso, Tepetongo, Guadalupe, Fresnillo… Los conocidos de la familia de Mario le dicen que ahí en San Antonio están bien a comparación de lo que sucede en otros municipios. Mario es de la tercera edad, y junto con su esposa e hijos viajan a Aguascalientes de vez en cuando, porque tienen familia en el estado. Pero su hogar siempre estará en San Antonio. Mientras los soldados se queden ahí, claro. Mientras tanto, cuenta, aprenden a distinguir entre las palomitas de pólvora y los balazos.
“A nadie dejamos salir de noche a nadie ya. Vemos la televisión y eso es todo” cuenta.
“No van a pueblos pobres, como los de nosotros”
“A nosotros nos han respetado, se metieron ahí, llegaron, estaban en el límite, en Emancipación, se metieron pero prácticamente se ha ido replegando. Parece que hay grupos muy marcados, y la situación se dio ya en el municipio, en una comunidad. Sí nos preocupa, pero finalmente hay que aprender, es la periferia” narra el alcalde.
“La gente que viene huyendo no va a ir a los pueblos pobres, como nosotros. Buscan los pueblos grandes. Es gente que quiere vivir bien, y tiene el recurso para vivir bien. La gente pobre no viene. Con nosotros son 54 comunidades, más pequeñas y rurales, casi no llega gente ahí” asegura.
El diputado José Juan Estrada coincide en que la búsqueda y meta del migrante zacatecano va más allá de conseguir un refugio cercano.
“La gente no quiere ir a Aguascalientes, la gente quiere ir a Estados Unidos. A Aguascalientes va la gente de los municipios vecinos. Los estudiantes emigran. Las presidencias se quejan de que los estudiantes no se quedan. Cuando se gradúan emigran para buscar trabajo. Muchos funcionarios van a Aguascalientes. Pero la mayoría aún busca llegar a Estados Unidos” sentencia.
“Tienen nuestras identificaciones. Tienen todo.”
*Arturo no suele hablar de su experiencia con nadie. En su familia optaron por olvidar lo que sucedió, y jamás le revelaron cuando pagaron por su rescate. Fue un trauma que fue sepultado al poco tiempo de que ocurrió. Pero a raíz de las últimas olas de violencia, los recuerdos han vuelto inevitablemente
“Ya no supe cuánto se pagó, porque cuando yo regresé, mi familia no quiso hablar de ese tema. Me dijeron que era como una pesadilla, y que ya no se tenía que hablar del tema. Yo estaba muy mal. Golpeado, traumado. Con medicamento controlado. No podía dormir. Me dieron un golpe en la sien que me ocasionó una inflamación en el ojo. Veía doble. Tardas mucho tiempo en procesarlo” relata.
Sin embargo, salió vivo y relativamente ileso de ese secuestro.
“Una noche nos aventaron a una camioneta. Unos encima de otros. A los 40 minutos llegábamos a otro lugar. Nos movían de lugar. En una de esas ocasiones nos bajaron en diferentes lugares. Yo solo recuerdo que caminé mucho, hasta que empezó a amanecer. Seguí un caminó de tierra. Me topé con una señora que me ayudó, me llevó a su casa en una comunidad que se llama la Concepción, en Ojocaliente, Zacatecas.”
Marcó a su casa, y de inmediato su familia fue a recogerlo. Pero pese a que intentó poner una denuncia, en la fiscalía le dijeron que como el secuestro había sucedido en Zacatecas, tenía que iniciar el proceso allá. Arturo no quería volver a Zacatecas en esos momentos, así que desistió. Únicamente hay antecedente del robo de su auto, denuncia que decidió interponer para evitar cualquier relación con alguna actividad delictiva que surgiera a partir del uso de su vehículo, cuyas placas estaban a su nombre.
“Presenté la denuncia aquí, pero de robo del auto. Te da mucho miedo. Nos amenazaron, tiene nuestras identificaciones. No dan ganas de volver. Pero mis papás viven allá. Voy de día, y vuelvo rápido de día” concluye.
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